lunes, 15 de febrero de 2010

De lo asombroso de la dualidad de la vida (un post no profundo)



La vida es algo indescriptible, si existiese un ser distinto a nosotros, que estuviera alejado de ella (y no entraremos a discusiones bizantinas en este momento acerca de los tipos de vida) sería imposible describirle qué es la vida, pero si de algo estoy seguro, es de que es algo que cambia una y otra vez momento a momento, es decir, no es estática, y los cambios que realiza son a veces muy drásticos o al menos muy difícil de entenderse por la mente humana.

Se preguntarán el por qué de esta introducción tan abstracta, pero la respuesta es simple, hace apenas unos días charlaba con un amigo acerca de cómo sería la mejor manera para terminar una relación con su novia, no es como que yo tenga mucha experiencia al respecto, pero decidí darle algunos pointers… y resulta que hace 3 semanas, 2 de mis amigos de la primaria (si, créanlo o no existe gente que me considera su amigo, y si, algunos desde la primaria y sigo teniendo contacto con ellos) me dieron la gran noticia de que se acababan de comprometer, o como dicen por acá “acababan de darle el anillo a sus respectivas novias”. Es esta dualidad la que me llama la atención y a la que me quiero referir en esta ocasión.

Cómo puede ser que no nos demos cuenta de las maravillas (que a veces consideramos tragedias por una visión egoísta o unilateral, de la cual he participado más de un par de veces) de cómo la culminación de algo da nacimiento o permite en el peor de los casos la creación de algo más. Así como la muerte de algo o alguien puede ser directamente contrarrestada por el nacimiento de entes en otro lugar opuesto (por entes no me refiero a entes metafísicos, sino a cómo muere un animal en el bosque y nace otro, o como muere un ser querido y otro nace como si se tratase de una “fuerza igual en sentido contrario”).

Lo anterior no significa que niegue la pena que nos trae la pérdida de un ser, pero creo que saberlo al menos hace más fácil el manejar dicha situación (o al menos creo que la siguiente vez que lo sufra me gustaría mentirme así).

Por otra parte, encuentro asombrosa y perturbadora a la vez la noticia recibida acerca de los compromisos, pues al igual que como sucedió a finales del año pasado con mi hermano, el embarcarse en una vida de pareja que busca ser para siempre es muy complicada de entender. Por una parte me entristece porque inevitablemente creo que eso implica perder a mis amigos pues tendrán que dedicar más tiempo a su vida de pareja y eso implica menos tiempo para mi, pero por otra me alegra profundamente que al fin hayan encontrado a su contraparte en esta vida, a la persona con la que quieren pasar el resto de sus días (no lo tomemos a la ligera, porque esperemos que sus vidas sean largas, y entonces “el resto de sus días” es un laaaaaaargo tiempo).

Es así que concluyo esta entrada, con sentimientos encontrados pero creyendo que son más los de aprecio y felicidad por ellos que los de egoísmo por la pérdida de tiempo (si es posible así llamarle al hecho de que ya no tendrán tanto tiempo para mi).

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